Fue hacia noviembre. Algún iluminado lo había comenzado a
insinuar, tan claro como estaba ya para entonces que el Nàstic se encaminaba
irremisiblemente hacia la Segunda B y el submarino amarillo comenzaba a
coquetear con lo que a esas alturas todavía parecía quimérico. Pero como somos
periodistas y preguntar es gratis, llamamos.
¿Qué sucede si el Villarreal desciende a Segunda y arrastra
a su filial? “¡Uf! Los de Competición decidirían si se diera el caso, supongo”.
Ésa fue, palabra arriba, palabra abajo, la respuesta oficial tanto de Liga de
Fútbol Profesional como de Federación Española de Fútbol.
Lo curioso del caso es que el Reglamento de la Federación
Española sí regula ese supuesto, estableciendo que si se da el caso, asciende
un equipo más desde la Segunda B para compensar ese descenso extraordinario de
un filial. Pero resulta que también la normativa de la Liga de Fútbol
Profesional regula ese mismo supuesto, y con diferente respuesta: según ese
criterio, a cambio del descenso del Villarreal B se salva el 19º clasificado –la Liga siempre con su endogamia, con esa tendencia a proteger a los suyos aun a riesgo
de ser injusta-.
Improvisar las normas
Por suerte, el convenio entre ambos organismos prevé que, en
caso de contradicción entre normas, prevalece la de la Liga, y por eso el
Sabadell no ha descendido. Pero tampoco lo hace de una forma del todo clara.
Hasta el punto de que la respuesta a esa misma pregunta que ya hicimos en
noviembre recibía idéntica respuesta el día antes de jugarse la última jornada
de Primera: “Eso si sucede ya decidirán los de Competición cómo se resuelve”.
Sólo cuando el Villarreal estuvo efectivamente descendido se comenzó a asegurar
unívocamente que sí, que se salvaba uno más de Segunda. Es decir: la solución
fue aplicar las normas, casi improvisarlas, a posteriori, lo opuesto a lo que
en una democracia deben ser los reglamentos.
Lo mismo nos está sucediendo esta mañana al preguntar por La
Pobla de Mafumet, el filial del Nàstic, que los dos próximos fines de semana va
a disputar contra el Yeclano la final por el ascenso a Segunda B cuando ya sabe que, por culpa del
descenso del primer equipo a esa misma categoría, no podrá consumar su ascenso.
La pregunta que hemos hecho, en este caso sólo a la Federación
Española (a la LFP eso de la Segunda B no le compete), es sencilla: “¿Si La
Pobla gana la final, habida cuenta de que no puede ascender, qué sucede?
¿Asciende su rival en la final, el Yeclano, u otro equipo?” Y la respuesta, de nuevo, la de
siempre: “Eso si se diera el caso ya lo decidirían los de Competición”. ¿Pero de
verdad no lo regula ningún artículo? “Sí,
pero no os los vamos a decir”, han respondido esas fuentes federativas, en brillante
eufemismo de la expresión “no tenemos ni idea”.
Lo sintomático de ambos casos es que cuando uno pide
respuestas profesionales y oficiales nadie, ni en la Liga ni en la Federación,
sea capaz de darlas. Que no se conozcan ni sus propias normas, en fin. Que se
amparen en la esperanza azarosa de “a ver si al final no sucede ese supuesto y
así nos ahorramos tener que rebuscar en reglamentos y dictar resoluciones
justificadas”.
Pandilla de cutres
¿Pero qué es eso de “Competición ya decidirá”? ¿Qué sistema
normativo es ése? Uno se imagina yendo al abogado a preguntarle: “¿Qué me puede
pasar si robo un millón de euros?”, y el letrado respondiendo: “Pues depende.
Se reunirá un Consejo feudal integrado por el Duque, el sacerdote del pueblo y
tres notables y decidirán a ver. Según si tienen buen día o no, te puede caer
desde una multa hasta la horca”.
Así de anacrónico, de arbitrario, de cutre, en fin, es
nuestro fútbol. Así de vagos e incompetentes son sus directivos, buitres de
palco y canapé que bordean el analfabetismo en cuanto a principios jurídicos
porque se han criado y llevan décadas viviendo, sin que nadie con autoridad se
lo reproche, en la cultura de decidir a dedo, de apoltronarse sin ser fiscalizados,
de sólo reunirse y trabajar “si se da el caso y es imprescindible”.
Y eso siempre que no haya una Eurocopa en curso, porque en
ese caso los pillas a todos en Polonia y en Madrid sólo queda el becario de
recepción. Uno piensa en cualquier país al azar –Uganda, pongamos por caso- y
no se imagina un fútbol tan caótico y podrido.
Si senyor! SÍ SENYOR!!!
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