Venía hoy por la AP-7 desde Burriana hacia Tarragona (sentido norte, para quienes no conozcan las dos metrópolis) cuando, como cada vez, me he vuelto a indignar y he decidido al fin denunciarlo, aunque sólo sea por aquí.
Tengo por costumbre, cuando cubro ese trayecto, tomar la salida en L’Hospitalet de l’Infant y a partir de ahí
continuar la marcha hasta Tarragona por la nueva autovía A-7 (sí, pocas y en breves tramos,
pero las autovías gratuitas también existen por aquí). De ese modo, sin
renunciar a conducir por una vía rápida de dos carriles por sentido, te ahorras
lo que cuesta el peaje de la autopista de los últimos 30 kilómetros. Uno de
esos trucos que algún familiar, o ese amigo espabilado que todos tenemos, nos
cuenta poco después de que esté disponible y que uno incorpora de inmediato a
su catálogo de costumbres.
Lo indignante del caso, y
la fotografía lo demuestra (no sé cuándo la tomaron los del Google Maps, pero
doy fe de que hoy el cartel decía lo mismo), es que sólo los que conocemos ese “truco”
podemos disfrutarlo, porque la señalización de la autopista en ningún momento
advierte al conductor de que en esa salida, la 38, la de L’Hospitalet, entre
otros destinos y carreteras, puede encontrar un enlace directo con la A-7. Ni
la menciona. Ni en el cartel de la foto, ni en ninguno de los anteriores que anuncian la salida.
El cartel de la salida 38. Ni rastro de la A-7. |
No hablo ya, y sería lo
justo, lo eficiente, lo propio de una infraestructura con supuesta vocación de
servicio público en un país del Primer Mundo, de que en esos carteles se
expusiera bien claro que desde ahí hay autovía gratuita hasta Tarragona. Es que
ni siquiera aparece telegráficamente el símbolo A-7 en blanco sobre fondo azul,
lo mínimo para que conste que por ahí pasa una autovía. Y repito: no es que la autovía
esté a unos pocos kilómetros. Es que tal como uno sale de la AP-7 desemboca en la
rotonda de acceso a la A-7. Directamente. Es lo primero que te encuentras. Dejo el mapa para que quede claro. Pues
no. En el cartel, como si no existiera. Y así lleva más de un año.
La evidencia es tal, la
omisión es tan manifiesta, tan aberrante, tan llamativa, que sólo puede
achacarse a la mala fe, al deseo de ocultar información para ganar unos cuantos
euros más, por si los que ya se embolsan fuesen pocos. Desconozco si la
concesión por la que los poderes públicos autorizan a empresas privadas a gestionar
autopistas las obliga a ofrecer unos mínimos de información veraz y útil en los
carteles, o les permite informar de lo que consideren y como les apetezca.
Es más: desconozco si la
señalización es competencia de la concesionaria (y ahí sí, mi guerra sería con Abertis) o de la administración propietaria de la infraestructura (lo cual
sería aún más grave, porque insinuaría una cierta conexión de intereses que
sólo de escribirla me empieza a oler mal el teclado). Pero sea cosa de uno u
otro, hay ahí alguien faltando a su deber bien por una premeditación interesada
y nauseabunda; bien por unos niveles de incompetencia que me cuesta creer que
en verdad existan, incluso en España.
Y ahí, en la vaguedad de
la frontera, en la indefinición de competencias, se sigue escondiendo y
protegiendo una injusticia. Por eso, más de un año después, el conductor sólo puede
ahorrarse los 30 últimos kilómetros de autopista si sabe de antemano que en esa
salida encontrará la A-7. Y mientras, alguien sigue cobrando. Y luego les
sorprenderá el día que todo esto explote…
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